Hay un cuadro de Renoir
que me llama mucho la atención y precisamente no fue pintado por el. Fue pintado
por Marie-Felix Hyppolite-Lucas en el año de su fallecimiento, 1919 y muestra
un retrato del pintor con aspecto un tanto quijotesco, luciendo una barba blanca
y puntiaguda, debajo de su nariz aguileña, tocado con un sombrero blanco y convenientemente
abrigado.
Pero lo que destaca en el
rostro de Renoir son los ojos. Unos ojos sumamente expresivos e intensos, como
los que el mismo hacia resaltar en los retratos que pintaba.
Unos ojos que supieron
captar las formas y llevarlas a los lienzos, pero sobre todo supieron gobernar
la luz y traducirla a pinceladas. Unos ojos que ya estaban de vuelta casi de
todo, pero que aún guardaban la agudeza y la energía que permitieron al pintor captar
y plasmar lo que su genialidad creaba.
Y esto viene a cuento de que
esta mañana hemos hecho una visita a CaixaForum, donde tiene lugar una exposición
sobre Impresionismo, con la aportación de numerosas obras pertenecientes a la
Fundación Clark.
No había solamente
cuadros de Renoir, los había también de Monet, de Pisarro, de Sisley, Degas, Bonnard,
etc. Pero yo he salido con la luz, con las figuras, con los paisajes de Renoir
en mis retinas.
Esta fundación tiene sus raíces
en las adquisiciones realizadas por un matrimonio de coleccionistas
norteamericanos, Sterling y Francine Clark, que desde principios del siglo
pasado iban comprando cuadros de pintores impresionistas. A su fallecimiento la
fundación siguió ampliando su fondo de arte, que reside en el museo de su nombre ubicado en
Williamstown, EEUU.
Como ya he comentado
otras veces, la belleza me conmueve y debo reconocer que la contemplación de
las obras vistas esta mañana me ha conmovido. Si bien no soy precisamente un
admirador de La Caixa como entidad financiera, no puedo por menos de dejar
constancia de mi respeto por su gestión de estas exposiciones que divulgan las
expresiones artísticas y las aproximan a la ciudadanía.
No será la única visita
que haré a esta exposición.