Aún recuerdo la
conversación que tuve con Santi por teléfono para informarle del fallecimiento
de José Antonio, hace apenas tres meses. El me recordaba que en nuestra última
reunión en San Sebastián había tenido suerte de contar con la proximidad de
nuestro común amigo, que le ayudó a caminar hasta nuestro destino y le parecía increíble
su temprano fallecimiento. Aún los veo,
andando por el Paseo de la Concha, Santi
recostándose en el brazo de José Antonio a causa de las secuelas de la operación
de columna que le habían realizado en primavera del año pasado.
En los últimos tiempos
Santi me había llamado algunas veces, como encargado de organizar
nuestra próxima reunión en Toledo, para consultarme sobre las propuestas de
alojamiento y otros temas relacionados con el encuentro.
Tras las llamadas siempre
me había quedado una cierta perplejidad. Intuía que Santi tenía ganas de hablar
y que las llamadas solo eran un pretexto. Hasta que a principios de este mes su
mujer me llamó para comunicarme su delicado estado de salud, nada me hacía
presagiar este desenlace que se lo ha llevado con solo 62 años. Ni siquiera ha
tenido la oportunidad de conocer a su nieta, nacida cuando él ya estaba en el
hospital.
A Santi le conocía desde
hace mucho tiempo. Compartimos ámbito de trabajo desde mediados de los ochenta,
hasta que se marchó de la empresa y durante este tiempo nuestro interés por la
gastronomía, nos hizo participar con otros amigos en el disfrute de reuniones "epicúreas", en lo que
vinimos a llamar “Los manteles de…”, que nos llevaba a visitar y probar los buenos
restaurantes de Barcelona de la época.
Después cuando la vida le
llevó hacia otros enfoques profesionales y marchó de la empresa, continuamos
encontrándonos en el ámbito de esa reunión anual institucionalizada por varios
compañeros de muchas partes del país, con los que tanto Santi como su mujer
encajaron perfectamente.
Santi fue una persona
divertida, siempre atento a su imagen, a la proyección de su personalidad y
preocupado por la opinión que la gente tendría de él. Estoy seguro de que Santi
fue feliz, por lo menos en momentos muy importantes de su vida personal y
profesional. No obstante también se que tuvo
épocas de grandes contrariedades, de las que sin embargo y por lo que yo
conozco sobre ello, solía sobreponerse a base de ánimo, una sonrisa y un chiste
venido a cuento.
Hoy, he recurrido
nuevamente a mi fondo fotográfico para buscar en él la rememoración de imágenes
de tiempo compartido con él y guardar más bien en mi memoria retratos de caras
sonrientes.
Santi, te echaremos a
faltar en el grupo. Espero que os hayáis
encontrado con José Antonio y con Ángel Figueroa. Y si donde estáis hay Rioja, dedicadnos
un brindis. Nosotros, cuando nos encontremos, haremos lo propio por vosotros.
1 comentari:
¿ De qué Santi hablas ?. ¿ No será Santiago Sánchez Pradell ?. Si es así, aunque no lo traté, le recuerdo bien, tal y como lo defines, refinado y pendiente de sus detalles personales.
Un abrazo.
Jerónimo
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