Ha terminado (?) la huelga de los controladores aéreos. Los medios nos han dejado montones de imágenes:
Perjudicados tirados por los aeropuertos y con la amargura de verse defraudados en sus ilusiones vacacionales. O peor aún, personas o familias que han visto aplazados o anulados definitivamente sus desplazamientos motivados por cuestiones de salud, reuniones profesionales o familiares…
Políticos crispados lanzándose invectivas y tratando de destacar lo mal que lo hacen unos o el escaso sentido patriótico que tienen otros. Más de lo mismo.
Defensores (más bien pocos) de lo que han hecho los controladores para proteger su estatus. Generalmente a la defensiva y con no demasiadas buenas maneras. Ver el blog "Controladores aereos y otras hierbas"
En resumen, una vez más el conocido escenario de los desencuentros, pecado endémico de este nuestro país. Pero mira por donde, la garra que parece que a este gobierno le ha faltado en tantos y tantos temas, ha aparecido en este. La decisión de militarizar a los controladores aéreos ha sido generalmente bien acogida por quienes han sufrido las consecuencias de su huelga salvaje y ampliamente por la ciudadanía.
¿Quiere decir esto que finalmente el gobierno ha hecho lo que se esperaba de el, actuando con autoridad? ¿Qué los ciudadanos esperan una actitud más decidida de las autoridades en cuestiones que puedan afectar la normal convivencia y el desarrollo del país?
Un discurso muy usado en el fragor del combate político es el de que se necesita más mano dura, posturas más contundentes. Con Marruecos, con Venezuela o con Cuba, con los inmigrantes, con los sindicatos, con los antisistema…Y se acusa al gobierno de ser demasiado blando en determinadas situaciones.
Seguramente, en algunas de estas peticiones hay bastante razón, aunque no toda. Y hay que discernir. Un gobierno debe de demostrar su autoridad, haciendo cumplir las leyes, pero no cayendo en el autoritarismo. Por otra parte, un gobierno no puede ser constante rehén de su miedo a perder votos. Un gobierno ha de saber tomar decisiones que pueden ser impopulares, pero si ha de hacerlo debe de hacerlo.
Hay opiniones que miran en el espejo de líderes que practican el autoritarismo y que aparentemente pueden aportar estabilidad y progreso económico, como es el caso por ejemplo de China. La contrapartida es la pérdida de libertades. Ese no es el modelo que me gusta.
Es necesario bucear en los intríngulis de las cuestiones. La tendencia de la opinión pública es la de situarse en los extremos de las circunstancias: lo que no es blanco es negro, lo que no es de izquierdas es de derechas, lo que no está conmigo, está contra mí. Y hay una tendencia a despreciar los matices.
Por ello rechazo las prácticas autoritaristas, pero si que apoyo el respeto de la autoridad y que el gobierno haga cumplir la leyes. Rechazo también que personas o grupos intenten a su vez la aplicación de prácticas de este carácter, tratando de disimularlas bajo la capa de ejercicio de derechos que muchas veces no hacen más que pisotear los de otros ciudadanos.
Por eso me ha parecido bien la decisión de actuar contundentemente en el caso de los controladores aéreos. Por eso me parece mal la actitud de una oposición que cuando surge una cuestión como esta, solo la sabe aprovechar para tratar de obtener rentabilidad política.
Y ello sin olvidar que el gobierno debería de haber previsto que la reacción ante la publicación del decreto sobre controladores aéreos del pasado viernes, podía ser exactamente la que fue. Y en consecuencia debería de haber adoptado medidas para evitar el infierno al que se vieron sometidos los perjudicados directos y los terceros que quedaron involucrados como consecuencia del cierre del espacio aéreo español.
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