El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha defendido este lunes la
imagen de España y la necesidad de mostrar "sin complejos" las
características de un país plural, que se expresa en una lengua internacional
de prestigio e identificable por su potencial económico y por la solidez de sus
instituciones. Me pregunto en que basa su percepción el Sr. Rajoy, creo que
peca de optimismo desmedido.
Por otra parte el Sr. Wert promueve una Ley educativa, la LOMCE, con el
propósito declarado de que los ciudadanos del país se sientan orgullosos de
“ser españoles”. Los propósitos ocultos no los declara, ni tampoco la Sra. Cospedal
los aclara en su apoyo decidido a los objetivos del Ministro de Cultura,
permaneciendo únicamente en su línea de criticar y denigrar todo aquello que no
le gusta. Que ya os podéis imaginar que es.
Y yo me pregunto, ¿Cómo pueden los españoles sentirse atraídos por esa
idea? Y no me refiero a los de extrema derecha, que en cualquier caso les va
bien cualquier cosa que signifique la laminación de hechos diferenciales y
pluralidades, me refiero a la mayoría de españoles que puedan sentirse
perplejos por la manera como está funcionando el país.
Porque de las informaciones que aparecen en los medios, se sabe que
España esta en los primeros lugares del ranking europeo por:
- Paro
- Corrupción
- Fracaso escolar.
- Consumo de droga.
- Maltrato al medio ambiente. Ley de Costas por ejemplo.
- Explotación bancaria.
- Productos elementales y de subsistencia caros, energía y comunicaciones
por ejemplo.
- Falta de transparencia.
Creo que en términos generales la culpa de esta situación hay que
atribuirla a los habitantes del país. Todos.
No hay autoestima. Y cuando digo autoestima no me refiero evidentemente
al ego que convierte a cada cual en un personaje endiosado, que piensa que la
razón solo la tiene el y nadie mas. La autoestima que yo invoco reside más bien
en el respeto a lo que es el país, no tanto a su historia, llena de hechos no
superados y fuente de agravio
permanente, sino a su configuración, a su pluralidad, a entender donde están
sus motores, sus fortalezas y que es lo que nos puede hacer más competitivos y
respetados.
La dinámica que han adquirido las relaciones entre los ciudadanos esta
presidida por una desconfianza continuamente alimentada por instancias
políticas que la utilizan para obtener rentabilidad en votos, utilizando las
técnicas más deleznables para promover el rechazo entre ciudadanos y poniendo
en el punto de mira a catalanes y andaluces, que son las principales
comunidades donde no gobierna el PP. Por ejemplo introduciendo la
descalificación continua, el falseamiento de la historia, el ninguneamiento de
la personalidad, la negación de la lengua y tachando de nazis precisamente a
quienes han sido victimas del fascismo.
Para abrir los ojos de quienes duden, debería bastar el ver que quien
ofrece un homenaje a la División Azul, unidad que colaboró con la Wertmacht en
Rusia y por tanto con los nazis, son aquellos quienes precisamente utilizan
este calificativo para otros. ¡¡Ah, pero
no os quejéis, nos dicen, que ya estamos hartos de vuestro victimismo!!
El fondo de la cuestión es como casi siempre de índole económica y ahí es
donde reside el quid. España no puede prescindir de Catalunya y de su impulso,
esto por lo menos lo han reconocido los responsables del PP, pero quieren una
Catalunya domesticada, plegada a lo que ellos decidan y que ocasione las
mínimas molestias posibles, echándole un par de caramelos de vez en cuando. Y
para conseguir este objetivo recurren a lo que siempre han hecho mejor:
estropear el juguete. En lugar de utilizar la aproximación como instrumento
(bien que lo supo hacer alguno de los suyos, cuando lo necesitaba, como en el
celebre pacto del Majestic), niegan cualquier posibilidad de cambiar las reglas
del juego, aprovechando las circunstancias para asfixiar económicamente, con el
pensamiento puesto en que esta asfixia acabará por rendir a estos locos.
Lo que ocurre es que el puzzle es complejo y claro las responsabilidades
que intentan achacar únicamente a una parte,
se le subvierten cuando son sus propios correligionarios quienes pueden
estar afectados por determinadas decisiones que en principio estarían pensadas
solo para aquellas comunidades que políticamente no son de su cuerda.
Decisiones por tanto, que afectarían a País Valencia (si a alguien le molesta lo
siento), Balears y Murcia, esencialmente.
Y así está el panorama. Cada día aparece un nuevo “detallito” destinado a
encabronar aún más la ya enrarecida atmósfera: Que si el Lapao, que si la
Lomce, que si el aluvión de vociferantes que participan en cualquier foro en
cuanto aparece la palabra Catalunya…
Si alguien relee mis entradas en este blog, podrá comprobar que años
atrás yo pensaba que la transición había hecho superar determinadas cosas y que
lo que había que hacer era no volver a caer en los mismos errores, que había
que restituir las cosas a su sitio, enterrar a los muertos, tratando de no
abrir las viejas heridas.
No tengo más remedio que reconocer que me equivocaba. La transición no ha
cerrado algo que quizás no se cerrará jamás. Porqué el problema no reside en
los hechos históricos, con frecuencia tan y tan dolorosos. El problema reside
en la idiosincrasia de los habitantes del país, que aparte de no tener
autoestima, como relato más arriba, no tiene la altitud de miras necesaria para
ver más allá de sus narices y se complace más en el placer y el recurso a lo
inmediato que en mirar hacia el futuro con generosidad.
Pongo por caso la generación perdida que significará la ausencia de los
que ahora se tienen que marchar porqué no ven posibilidades en su propio país y
encuentran oportunidades en otros lugares. Los que ven el ranking que detallo
al principio y pensarán ¿vale la pena sentirse español para eso? ¡Y encima
tener que oír que eso es una ventaja, porqué así en el extranjero se dan cuenta
de la valía de nuestros jóvenes! Esperanza Aguirre dixit.
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