29 d’octubre 2012

DIOS....

"Cuando sucedió el terremoto me hice la misma pregunta que me he vuelto a hacer ahora: ¿Dónde está Dios cuando suceden las catástrofes naturales?" Frase pronunciada por el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, en su reciente visita a Haití.

Esta pregunta se la han hecho muchas personas, cuando se han encontrado frente a desgracias ocasionadas por fenómenos naturales o, peor aún, cuando la maldad humana se explaya y bien sea por acción o por omisión da lugar a la humillación, a las vejaciones, al maltrato y/o a la muerte de otros seres humanos.

Según criterios teológicos y filosóficos tradicionales, se identifica el nombre de Dios con un ser supremo y omnipotente. Generalmente se le han atribuido calificativos como omnisciente, omnipresente, de bondad perfecta y de existencia eterna y necesaria. Poner en tela de juicio estas atribuciones fue materia de persecución por la Iglesia durante muchos años oscuros. Esos años en que cada cual tenía la idea de que Dios estaba a su lado, enfrentado a otros que también pensaban que Dios les apoyaba y en definitiva quienes acababan recibiendo eran aquellos instrumentalizados por unos o por otros.

Si examinamos lo de bondad perfecta, la pregunta del arzobispo de Oviedo cobra una singular importancia. No voy a entrar en las apreciaciones que para tratar de explicar esta aparente contradicción se han utilizado a través de los siglos por filósofos, o teólogos, sino que voy a centrarme en una idea mía particular sobre el concepto de Dios, aunque como soy consciente de que somos muchos, el que sea una idea particular mía no presupone que nadie más que yo lo haya pensado:

¿Y si Dios no tuviese en todo o en parte estas atribuciones magníficas que distintas Iglesias le reconocen? ¿Y si Dios fuese un ente capaz de crear un Universo y mantener su existencia, pero no de influir en el comportamiento de fenómenos naturales o de controlar las pasiones de los seres que ha creado? ¿O tal vez es que desde la cúspide desde donde gestiona la Creación, lo que suceda con las criaturas que ha creado, con capacidad o no de sentimientos, no le llega, o no es una cuestión en la que deba de intervenir?

La idea de un ente generador de  lo que conocemos desde nuestro reducido mirador espacio temporal, parece compatible con las ideas científicas al respecto, pero buscarle adornos cuya definición estaría más cercana a comportamientos propios de seres humanos me parece que no es justificable.

Por eso, cuando me llega un interrogante como el del Arzobispo de Oviedo, me reafirmo más en mi criterio de que ese Dios compasivo, que ayuda a que los seres humanos sigan el camino recto, que les premia sus buenas acciones y comportamientos, no existe.

Creo en ese  Dios, organizador del Cosmos, pero no muy concernido por lo que le ocurre a la humanidad. Y también creo en ese otro Dios, que esta dentro de cada cual y que, ese sí, es capaz de sentir compasión o solidaridad, inspirar comportamientos abnegados y ver las cosas con ecuanimidad y tolerancia.

O no. Pero en ese caso se le llama de otra manera.
 
 
Foto Reuters

 

 

 

 

 

 

16 d’octubre 2012

Basuuuuuura

Esta palabra produce rechazo. Se asocia con los residuos, con lo que se tira, con el mal olor. Bueno si lo queréis ver en más positivo, se puede asociar con reciclaje, con reutilización, con fuentes de energía, la combustión de la basura puede producir calefacción o incluso luz.

Una de las peores caras de la basura sin embargo es la que la asocia a pobreza. Son impactantes las fotografías de niños rebuscando en los inmensos vertederos de algunos países americanos, o del continente asiático. O la triste imagen que se me queda en la retina, cuando yo personalmente veo a adultos hurgando en los contenedores, en busca de algo para comer.

Pero lo que aún no había visto (yo) era la transformación de la basura en arte. No es que no supiese de ello, sino que aún no me había encontrado ante los resultados de este tipo de reciclaje, como me ocurrió días atrás en la sala de exposiciones del CCCB, Festival Internacional de Reciclatge Artistic.

Cuando uno pasa al lado de lo que se ve al inicio, no se imagina que de allí pueda salir esto: