Si, si. Ahí estábamos mi mujer y yo, entre los 20.000 que el sábado pasado visitaron la Sagrada Familia. O por lo menos esa cifra de visitantes fue la que dieron los de la organización.
No es que yo no conociese la Sagrada Familia. Siempre la he visto ahí, siempre nueva, siempre inconclusa, asomando sus torres por encima de los edificios de la ciudad. Hasta yo mismo de pequeño, junto con otro compañero de escuela, habíamos recorrido las calles de nuestro barrio hucha en ristre, participando en la cuestación para reunir fondos con qué proseguir la construcción del templo. De eso hace más de cincuenta años.
Bromas aparte, la nave de crucero, la que se ha abierto recientemente, inaugurada por el Papa, es impresionante. Pero la Sagrada Familia es un templo que se está construyendo en época contemporánea. Resulta inevitable pensar (y más después de leer los libros de Ken Follet o el de Falconés) en la diferencia de medios utilizados en la construcción de las grandes catedrales durante la Edad Media y los utilizados en la actualidad. Resulta curioso tratar de comparar los precarios andamios que se utilizaban entonces, con las enormes grúas que erizan la fábrica de la construcción en la actualidad.
Otra cosa que me llamó la atención es que por primera vez – yo por lo menos - he visto una imagen que sugiere a un Jesús crucificado, completamente desnudo, la que está suspendida encima del altar. ¿Sería esto lo que motivaría a ICV-EUiA del Ayuntamiento de Barcelona para solicitar la instalación del aludido monumento homenaje a gays y lesbianas en la ubicación que proponía?