Mario levantó la mirada de la revista que estaba ojeando y con un gesto invitó a Manolo para que se sentase a su lado. - Ya ves, una revista sobre caballos.
- Bonitas fotos. Hay que ver la estampa que tienen estos animales.
- Bueno hay de todo. Los hay que tienen un porte elegante, como los árabes. Otros tienen fuerza y resistencia, como los percherones; los hay que son como un juguete para los niños, como los ponis; los frisones, que provienen de los paises bajos y suelen ser oscuros como el azabache y así...
- Vaya, todo un mundo. Yo me acuerdo que cuando era pequeño en mi barrio había una cuadra donde herraban caballos y yo cuando regresaba de la escuela me detenía un rato allí fascinado, viendo como les ponian las herraduras. Yo por lo menos lo veia en aquella época como algo mágico. Dejando aparte el fuerte olor a estiercol, me encandilaba la luz de la fragua, las chispas que saltaban cuando el herrero golpeaba para calzar a los animales, el ruido del martillo al golpear el hierro. Pensaba que les debian hacer daño, pero uno de los hombres que trabajaban allí me explicó que hubiera sido peor el que les dejasen andar o galopar sin las herraduras.
Entonces, en la posguerra, aún se utilizaban para arrastrar carros y transportar cosas. Pero ya no tardaron mucho en dejar de ser utilizados para estos fines y quedaron unicamente para carreras, exhibición o disfrute deportivo.
- Bueno, eso de las carreras aún persiste. Y mueven cantidades enormes de dinero. Aquí quizas no tanto como en otras partes, pero por ejemplo en Estados Unidos, en Canadá, en los Emiratos Arabes, las famosísimas carreras de Ascot en Inglaterra, donde al exhibicionismo de caballos y las apuestas, se une el glamour de las asistentes con sus espectaculares pamelas.
- Oye Mario ¿y porqué te atraen tanto los caballos ahora? Desconocía esta afición tuya.
- Bueno, estoy pensando en comprarme uno. Y un carro. Un tilburi de esos, elegante y ligero.
- ¡Pero tu estás loco! ¿Donde vas a meter el carro y el caballo? Ya se que lo estás pasando mal con lo de tu paro, pero a menos que quieras dedicarte a las carreras, ¿qué vas a hacer con el caballo?
- ¿Que no lees las noticias? Con la limitación a 40 km. por hora que quieren imponer en Barcelona, lo más útil para desplazarse va a ser ese carro con caballo. Gastaré menos, respetaré los límites de velocidad y espero que no me multen por las boñigas que el caballo vaya dejando por la autopista. Además, lo podré reciclar como abono.
- ¡Ostia!, no había pensado en eso. ¿Pedimos una caña?
- Vale
- Bonitas fotos. Hay que ver la estampa que tienen estos animales.
- Bueno hay de todo. Los hay que tienen un porte elegante, como los árabes. Otros tienen fuerza y resistencia, como los percherones; los hay que son como un juguete para los niños, como los ponis; los frisones, que provienen de los paises bajos y suelen ser oscuros como el azabache y así...
- Vaya, todo un mundo. Yo me acuerdo que cuando era pequeño en mi barrio había una cuadra donde herraban caballos y yo cuando regresaba de la escuela me detenía un rato allí fascinado, viendo como les ponian las herraduras. Yo por lo menos lo veia en aquella época como algo mágico. Dejando aparte el fuerte olor a estiercol, me encandilaba la luz de la fragua, las chispas que saltaban cuando el herrero golpeaba para calzar a los animales, el ruido del martillo al golpear el hierro. Pensaba que les debian hacer daño, pero uno de los hombres que trabajaban allí me explicó que hubiera sido peor el que les dejasen andar o galopar sin las herraduras.
Entonces, en la posguerra, aún se utilizaban para arrastrar carros y transportar cosas. Pero ya no tardaron mucho en dejar de ser utilizados para estos fines y quedaron unicamente para carreras, exhibición o disfrute deportivo.
- Bueno, eso de las carreras aún persiste. Y mueven cantidades enormes de dinero. Aquí quizas no tanto como en otras partes, pero por ejemplo en Estados Unidos, en Canadá, en los Emiratos Arabes, las famosísimas carreras de Ascot en Inglaterra, donde al exhibicionismo de caballos y las apuestas, se une el glamour de las asistentes con sus espectaculares pamelas.
- Oye Mario ¿y porqué te atraen tanto los caballos ahora? Desconocía esta afición tuya.
- Bueno, estoy pensando en comprarme uno. Y un carro. Un tilburi de esos, elegante y ligero.
- ¡Pero tu estás loco! ¿Donde vas a meter el carro y el caballo? Ya se que lo estás pasando mal con lo de tu paro, pero a menos que quieras dedicarte a las carreras, ¿qué vas a hacer con el caballo?
- ¿Que no lees las noticias? Con la limitación a 40 km. por hora que quieren imponer en Barcelona, lo más útil para desplazarse va a ser ese carro con caballo. Gastaré menos, respetaré los límites de velocidad y espero que no me multen por las boñigas que el caballo vaya dejando por la autopista. Además, lo podré reciclar como abono.
- ¡Ostia!, no había pensado en eso. ¿Pedimos una caña?
- Vale