Hace algunos años, un
treinta de abril, me sorprendió ver que un matrimonio vecino que residía al lado,
holandeses por más señas, había adornado su terraza con unas banderolas que lucían
una flor de lis, claro símbolo de determinadas monarquías europeas.
Ese mismo día, la esposa del
matrimonio vecino nos invitó a un refrigerio en celebración del día de la Reina
de su país. Nos sorprendió esta devoción, quizás condicionados por el criterio que aplicamos en la valoración de semejante institución en
nuestro propio país.
Incluso nos sirvieron
unos platos con taquitos de queso – holandés naturalmente – pinchados primorosamente
con palillos que llevaban incorporada la bandera de Holanda.
Y todo ello en honor de la
Reina Beatriz, esa misma Reina que ha decidido abdicar a los 75 años
y tras 33 de reinado en favor de su hijo Guillermo. “La responsabilidad de
nuestro país debe recaer en manos de nuevas generaciones” ha dicho para argumentar su decisión.
Igualito que el Rey de
aquí, que con todo lo que le está cayendo por todas partes - entrañables amigas incluidas - afectando a él
mismo y a familiares, a pesar del descrédito que debido a ello está
experimentando la monarquía, sale al paso de comentarios y
peticiones, con una rotunda manifestación de que no piensa abdicar.
Aun no siendo partidario
de la monarquía – de ninguna – a la vista de criterios y criterios, me explico
el respeto que los holandeses sienten por su reina.