08 d’abril 2008

¿De que sexo hablamos?

Cuando era joven me gustaba leer novelas de ciencia ficción. Cosas de la fantasía que inunda la cabeza de algunos, y que en mi caso venía estimulada ya desde pequeño con los tebeos de Diego Valor.

Me acuerdo del contenido de una novela especialmente, bueno, de un pasaje de la novela, porqué en realidad no me acuerdo ni del nombre del autor ni del título, ni siquiera del resto de la historia, que debía de ser como la mayoría de las del genero, con grandes viajes interestelares, horrendas criaturas cuyo único designio era el de terminar con la especie humana y bellas aventureras espaciales, en fin con todos los condimentos adecuados para excitar la imaginación de una forma barata y fácil.

Dicho sea esto con todos los respetos por los grandes novelistas de ciencia ficción como, entre muchos, H.G. Wells, Frank Herbert (Dune), el recientemente fallecido Arthur C. Clarke (2001, una odisea del espacio), Asimov o los actuales Stephenson Neal y el más cercano a nosotros, Domingo Santos.

Pero es evidente que se trata de un género en decadencia, rescatado un poco por las versiones cinematográficas, por ejemplo la epopeya de la Guerra de las Galaxias. Adam Gopnik, periodista del New York Times, manifestó en un análisis de la evolución de los novelistas que se dedicaban a ciencia ficción, que en los sesenta la mayor parte de ellos cambiaron a la pornografía. Curiosa evolución.

Hace mucho tiempo que dejé de leer ciencia ficción, porqué la realidad es más fascinante y capaz de satisfacer las ansias de fantasía más desbocadas.

Y con ello enlazo el aludido pasaje de la novela con la actualidad. El protagonista de aquella historia podía cambiar de sexo a voluntad. Bastaba con que se sometiera a las manipulaciones especializadas en una ¿clínica? del futuro para que se convirtiera en hombre o en mujer, según las apetencias que su libido le sugería alternativamente.

En estos días ha aparecido la noticia de que un hombre está embarazado: Thomas Beatie. En realidad no creo que sea un hombre, porqué pese a tener algunas características masculinas: barba, carece de pechos, etc. (características que algunas mujeres tienen, sin que por ello dejen de serlo) lo cierto es que mantiene los órganos reproductivos femeninos. Ni siquiera debe de gozar de su sexualidad como un hombre, pese a que ella crea que “siente” como un hombre.

Lo mismo debe de ocurrir con los transexuales, aunque hayan cambiado sus características físicas de nacimiento hormonándose o testoteronándose e incluso se les haya operado para dotarles de órganos masculinos a ellas o femeninos a ellos.

Pienso que por ahora la sensitividad masculina en mujeres o femenina en hombres es una cuestión que se desarrolla en el interior del cerebro, con una emotividad especial, condicionada por el equilibrio en el grado de masculinidad o feminidad que cada ser humano tiene.

No voy a entrar en la moralidad del tema, sobre lo cual me siento ajeno e incapaz de valorar. Hay voces que claman que esto es una posición egoísta y hedonista, puesto que cuando las transexuales quieren tener un hijo, lo que les importa no es este hijo sino satisfacer sus ansias de maternidad. Sin embargo esto ¿no sería achacable también a muchas mujeres?

Quizás no este tan lejos el siguiente paso, es decir que tras someterse a una operación total de cambio de sexo un hombre pueda metamorfearse completamente en una mujer y viceversa, según le apetezca experimentar, con camino de regreso cuando se canse de su vigente condición sexual. Curioso.