20 de maig 2013

¿Sentirse español?


El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha defendido este lunes la imagen de España y la necesidad de mostrar "sin complejos" las características de un país plural, que se expresa en una lengua internacional de prestigio e identificable por su potencial económico y por la solidez de sus instituciones. Me pregunto en que basa su percepción el Sr. Rajoy, creo que peca de optimismo desmedido.

Por otra parte el Sr. Wert promueve una Ley educativa, la LOMCE, con el propósito declarado de que los ciudadanos del país se sientan orgullosos de “ser españoles”. Los propósitos ocultos no los declara, ni tampoco la Sra. Cospedal los aclara en su apoyo decidido a los objetivos del Ministro de Cultura, permaneciendo únicamente en su línea de criticar y denigrar todo aquello que no le gusta. Que ya os podéis imaginar que es.

Y yo me pregunto, ¿Cómo pueden los españoles sentirse atraídos por esa idea? Y no me refiero a los de extrema derecha, que en cualquier caso les va bien cualquier cosa que signifique la laminación de hechos diferenciales y pluralidades, me refiero a la mayoría de españoles que puedan sentirse perplejos por la manera como está funcionando el país.

Porque de las informaciones que aparecen en los medios, se sabe que España esta en los primeros lugares del ranking europeo por:
- Paro
- Corrupción
- Fracaso escolar.
- Consumo de droga.
- Maltrato al medio ambiente. Ley de Costas por ejemplo.
- Explotación bancaria.
- Productos elementales y de subsistencia caros, energía y comunicaciones por ejemplo.
- Falta de transparencia.

Creo que en términos generales la culpa de esta situación hay que atribuirla a los habitantes del país. Todos.

No hay autoestima. Y cuando digo autoestima no me refiero evidentemente al ego que convierte a cada cual en un personaje endiosado, que piensa que la razón solo la tiene el y nadie mas. La autoestima que yo invoco reside más bien en el respeto a lo que es el país, no tanto a su historia, llena de hechos no superados y fuente  de agravio permanente, sino a su configuración, a su pluralidad, a entender donde están sus motores, sus fortalezas y que es lo que nos puede hacer más competitivos y respetados.

La dinámica que han adquirido las relaciones entre los ciudadanos esta presidida por una desconfianza continuamente alimentada por instancias políticas que la utilizan para obtener rentabilidad en votos, utilizando las técnicas más deleznables para promover el rechazo entre ciudadanos y poniendo en el punto de mira a catalanes y andaluces, que son las principales comunidades donde no gobierna el PP. Por ejemplo introduciendo la descalificación continua, el falseamiento de la historia, el ninguneamiento de la personalidad, la negación de la lengua y tachando de nazis precisamente a quienes han sido victimas del fascismo.

Para abrir los ojos de quienes duden, debería bastar el ver que quien ofrece un homenaje a la División Azul, unidad que colaboró con la Wertmacht en Rusia y por tanto con los nazis, son aquellos quienes precisamente utilizan este calificativo para otros. ¡¡Ah, pero  no os quejéis, nos dicen, que ya estamos hartos de vuestro victimismo!!

El fondo de la cuestión es como casi siempre de índole económica y ahí es donde reside el quid. España no puede prescindir de Catalunya y de su impulso, esto por lo menos lo han reconocido los responsables del PP, pero quieren una Catalunya domesticada, plegada a lo que ellos decidan y que ocasione las mínimas molestias posibles, echándole un par de caramelos de vez en cuando. Y para conseguir este objetivo recurren a lo que siempre han hecho mejor: estropear el juguete. En lugar de utilizar la aproximación como instrumento (bien que lo supo hacer alguno de los suyos, cuando lo necesitaba, como en el celebre pacto del Majestic), niegan cualquier posibilidad de cambiar las reglas del juego, aprovechando las circunstancias para asfixiar económicamente, con el pensamiento puesto en que esta asfixia acabará por rendir a estos locos.

Lo que ocurre es que el puzzle es complejo y claro las responsabilidades que intentan achacar únicamente a una parte,  se le subvierten cuando son sus propios correligionarios quienes pueden estar afectados por determinadas decisiones que en principio estarían pensadas solo para aquellas comunidades que políticamente no son de su cuerda. Decisiones por tanto, que afectarían a  País Valencia (si a alguien le molesta lo siento), Balears y Murcia, esencialmente.
Y así está el panorama. Cada día aparece un nuevo “detallito” destinado a encabronar aún más la ya enrarecida atmósfera: Que si el Lapao, que si la Lomce, que si el aluvión de vociferantes que participan en cualquier foro en cuanto aparece la palabra Catalunya…

Si alguien relee mis entradas en este blog, podrá comprobar que años atrás yo pensaba que la transición había hecho superar determinadas cosas y que lo que había que hacer era no volver a caer en los mismos errores, que había que restituir las cosas a su sitio, enterrar a los muertos, tratando de no abrir las viejas heridas.

No tengo más remedio que reconocer que me equivocaba. La transición no ha cerrado algo que quizás no se cerrará jamás. Porqué el problema no reside en los hechos históricos, con frecuencia tan y tan dolorosos. El problema reside en la idiosincrasia de los habitantes del país, que aparte de no tener autoestima, como relato más arriba, no tiene la altitud de miras necesaria para ver más allá de sus narices y se complace más en el placer y el recurso a lo inmediato que en mirar hacia el futuro con generosidad.

Pongo por caso la generación perdida que significará la ausencia de los que ahora se tienen que marchar porqué no ven posibilidades en su propio país y encuentran oportunidades en otros lugares. Los que ven el ranking que detallo al principio y pensarán ¿vale la pena sentirse español para eso? ¡Y encima tener que oír que eso es una ventaja, porqué así en el extranjero se dan cuenta de la valía de nuestros jóvenes! Esperanza Aguirre dixit.