16 de març 2008

Pushkin, Mozart y Salieri


Examine absorto los dibujos de la tapicería que cubría la pared detrás del músico. Me preguntaba porqué en todos los palacios de la aristocracia europea de los siglos XVIII y XIX tenía que haber una estancia oriental como aquella, adornada con brocados, bajorrelieves, cerámica y muebles de presunta procedencia china. Schönbrunn no era una excepción.

La luz vacilante de las velas de un candelabro que reposaba encima de una mesa lacada y decorada con imágenes de pagodas, tejía y destejía sombras en las paredes, mientras que Salieri miraba temeroso hacia la puerta de entrada a la estancia, como si de un momento a otro fuera a aparecer por ella su protectora, la emperatriz M. Teresa.

- Todo fue una invención de Pushkin, cuya mente apasionada y calenturienta buscaba siempre elementos morbosos para su literatura- Luego el no menos apasionado compatriota de Pushkin, Nicolai Rimsky Kórsakov, escribió su ópera “Mozart y Salieri”, donde yo tampoco quedé muy bien parado y hasta en vuestro país, en Barcelona, se han atrevido con una dichosa obra de teatro del mismo nombre, que ha realizado un actor, para vosotros muy popular: un tal Toni Sevilla. Pero yo no envenené a Mozart.

Me preguntaba a mi mismo qué pintaba yo en aquello, mientras miraba distraídamente las sedas que cubrían las paredes y deseando alejarme lo antes posible de la mirada tristona de Salieri.

Pero, Vd. mismo reconoció que había encargado el envenenamiento de Mozart. ¿no es cierto?

Si, cuando ya estaba en recluido en el hospital y me estaba muriendo, a los 75 años, loco de atar. Incluso quise suicidarme. Pero no era verdad, era solo la demencia que me acometió en esa última etapa de mi vida. Cierto es que no le tenía demasiada simpatía a ese Mozart, tan joven y tan brillante y al mismo tiempo tan juerguista, dilapidador y presuntuoso…

¿Y como se explica Vd. que Pushkin escribiera una obra sobre la animadversión que tenían los dos, afirmando que fue Vd. quien conspiró para que envenenaran a Mozart?

¡Mozart murió de muerte natural a los 35 años, seguramente como consecuencia de sus excesos con el alcohol y las mujeres! Aunque los masones se la tenían jurada como consecuencia de su desobediencia a las normas de la secta y sobre todo por la composición de “La Flauta Mágica” en la que veían una revelación de sus secretos.

En más de una ocasión se había barajado la posibilidad de que fuera eliminado mediante envenenamiento, como también se atribuyó a muerte por envenenamiento la que sufrieron años más tarde dos de los libretistas que colaboraron en dicha obra, Schikaneder y Gieseke. Esto yo lo sabía porqué también pertenecía a la logia.

En cuanto a como fue que Pushkin hizo suya la teoría del envenenamiento, se debe fundamentalmente al rumor que expandió un discípulo mío, Moscheles, que me oyó durante mi agonía en el hospital.

Pushkin aprovechó para escribir otra de sus románticas y fantasiosas historias. ¡Si hasta se dedicó a escribir novelas eróticas, como el Diario Secreto, que terminó poco antes de morir en uno de sus famosos duelos por disputas acerca de su propia mujer!

Me levanté y traspasé la puerta entornada, dejando a Salieri con semblante cariacontecido. A duras penas evité la cascada de chispas que me caía encima desde la falla que ardía violentamente en la Plaza del Pilar. Cuando pude recuperar el equilibrio me encontré con la mirada burlona de una mujer, que con gesto indisimulado se echó hacia atrás para mezclarse con el gentío que contemplaba como el fuego reducía a pavesas lo que la imaginación de los artesanos y el dinero de los valencianos habían ayudado a construir.

Me giré a mi vez para contemplar el espectáculo, pero picado por la curiosidad y presumiendo que aquel gesto no había sido gratuito, no tardé en dirigirme hacia el lugar por donde había desaparecido la dueña de aquella mirada.