04 d’agost 2006

CALOR!!

Calor, calor, calor…

Me pasé un kleenex por el cogote, mientras miraba los bajorrelieves del marco de la puerta Norte de la Sacra Capilla del Salvador. Me preguntaba porqué los decoradores medievales y renacentistas incluían entre los bajorrelieves de los pórticos en tantas Iglesias motivos paganos, cuando no descaradamente pornográficos. ¿Qué mensaje pretendían hacer llegar con ello? ¿O quizás se trataba simplemente de travesuras?

Bueno el caso es que cansados del calor y de la masiva ingesta de arte eclesiástico visto en un solo día, finalmente nos sentamos en una terraza. El entorno era simpático, una plaza ajardinada entre vetustos edificios, el Palacio de las Cadenas - Ayuntamiento - por un lado y el Palacio Vela de los Cobos por otra. Una ligera brisa que soplaba de vez en cuando mitigaba algo el sofocón y mientras iba anocheciendo.

Tanta pereza nos daba movernos que preguntamos al camarero que tenían para comer, aún cuando el nombre del bar, “Navarro” no nos auguraba que pudiésemos disfrutar de platos típicos de la gastronomía andaluza de la zona, que aún no habíamos llegado a catar.

Sin embargo nos arreglamos con un buen tomate aliñado, aderezado con el excelente aceite de la tierra, originado en algún lugar de las miles de hectáreas de olivos que habíamos ido atravesando desde el día anterior.

Una mujer se había sentado en la mesa de al lado. Su aspecto y su porte era el de tantas mujeres andaluzas de mediana edad, con cierto señorío, vestida con un sencillo pero a la vez elegante vestido, las gafas de sol a guisa de diadema y fumando algo nerviosa. Tenía las facciones regulares, grandes ojos de color castaño y adornaba su cabeza una media melena cortada en la línea de sencillez de todo su aspecto. Destacaba en su cara una pequeña verruga en los aledaños del ojo izquierdo, que no afeaba al conjunto, sino que más bien le daba un toque de personalidad.

Pidió algo para cenar también y mientras esperaba a que se lo sirviesen, se entretenía jugueteando con un gato que andaba al acecho de las sobras que algún comensal dadivoso quisiera suministrarle. El gato estaba bien lustroso.
De repente se dirigió a nosotros - ¿Qué sois, valencianos o catalanes? Tenéis más acento de valencianos. - Mi mujer y yo un tanto sorprendidos le respondimos – No, no, somos catalanes.

- Uuuyyy, lo siento, lo siento…, - se la notaba embarazada.

- No ocurre nada. Es fácil confundir el acento si no se está acostumbrada, pero que no hay ningún problema, en serio.

- Es que como sé del problema que hay entre los catalanes y los valencianos con lo del idioma, que si el catalán, que si el valenciano…Pero yo tengo amigos tanto en Valencia como en Cataluña, concretamente en Lérida.

- Mire señora, a mi edad este tipo de problemas se ven con mucha relatividad. Si los valencianos creen que lo que hablan es un idioma independiente y no una forma dialectal del catalán, pues allá ellos, mientras a mi no me lo impongan… Pero Vd. si que se nota que es de aquí ¿no?, lo digo por el acento, que en su caso si que es andaluz, andaluz.

- Yo nací en esta ciudad, pero constantemente me estoy desplazando por mi trabajo, Albacete, Martos, Jaén, etc. También antaño a Valencia, porqué el padre de mi marido era valenciano.

Aunque no lo dijo claramente, dedujimos que quizás estaba separada, porqué se refería al marido y a su suegro en pasado y también cuando hablaba de un hijo suyo, parecía como si no estuviese viviendo con ella.

- Y en Lérida también tenía un amigo, que murió el año pasado en un accidente de coche. Su mujer, Laura si que viene a verme de vez en cuando. Por cierto, el se llamaba Jordi, aunque a veces le llamabamos Jorge.
- A mi también me ocurre; tengo muchos amigos que me llaman Jorge, a pesar de que mi nombre de registro es Jordi. Pero no me preocupa en absoluto.
- Yo viajo siempre en transporte público, aunque tengo carné, pero no me gusta conducir. ¿Han visitado ya la Iglesia de San Miguel? ¿Y el oratorio de San Juan de la Cruz? Son dignas de ver.

- Bueno, por hoy ya hemos visitado unas cuantas iglesias: La de la Trinidad, la de San Nicolás, San Pablo, Santo Domingo, la Capilla del Salvador, por fuera Santa Maria de los Reales Alcázares, en fin unas cuantas. Hemos de dejar algo para mañana

Y así transcurrió un buen rato más de conversación. Que si por donde se podía ir mejor a la cercana sierra, que donde se podía comprar aceite en precios ventajosos, que si lo apreciada que es por el rey la cerámica de la tierra, elaborada por el alfarero Tito, etc. etc.La clase de conversación informal entre turistas y habitantes del país visitado.

Pero había algo extraño en sus contestaciones. En alguna ocasión parecía raro que una persona originaria del país pareciese ignorar alguna de las cosas que le preguntábamos, dándonos contestaciones evasivas. Se la notaba una persona solitaria. En muy pocas ocasiones a mi mujer y a mi nos ha ocurrido el pegar la hebra sin más con un vecino de mesa. Pero ahí, estuvimos propensos a escucharla

Finalmente nos despedimos. Ya era muy tarde y el calor no había descendido tanto a pesar de la hora nocturna.

Llegamos al apartamento que habíamos alquilado, que parecía un horno pizzero. Después de una ducha, que no alivió gran cosa nuestra sensación de bochorno, nos tendimos en la cama esperando que el sueño nos ayudase a ignorar el calor.

Había aire acondicionado, si, pero su chorro estaba dirigido hacia la cama, con lo cual nos pareció que debíamos elegir entre abrasarnos o coger una pulmonía y optamos por lo primero.

Mi mujer se durmió con un sueño pesado, que me dio la sensación de que se debía sobre todo al cansancio. Pero yo no podía dormir. Ya me lo había dicho - No bebas tanta Coca Cola por la noche - y yo ni caso, con la sed que tenía.

Y venga dar vueltas. No se si la cama era incomoda o no, pero yo la encontré horrible. Hacia las tres me levanté y me di otra ducha, que solo me alivió momentáneamente, pero al cabo de poco rato, otra vez a sudar.

Hacía las cuatro parecía que mi consciencia iba sucumbiendo, pero entonces una ráfaga de aire frío movió la cristalera de la ventana que tenía al lado de la cama. Era un cambio tan brusco, que en lugar de pensar en acomodarme mejor y disfrutar de la inesperada temperatura, me levante y miré por la ventana a la calle.

Estábamos en el segundo piso de una casa del siglo XVI, rehabilitada para servir como alojamiento rural. La verdad es que la casa estaba bien. Se habían esmerado en conservar el aire antiguo en la decoración e incluso en los sótanos, excavada en la piedra, había una bodega antiquísima, que curiosamente no era de aceite, sino de vino y que el encargado se apresuró a enseñarnos como algo digno de conocer en cuanto llegamos. Aquella noche sin embargo, éramos los únicos ocupantes de la casa.

Al asomarme me encontré con la mirada ciega de las estatuas que decoraban la fachada de la casa de enfrente, a las cuales la iluminación de las farolas teñía con claroscuros inquietantes. Y entonces la vi.

Era una figura que andaba en dirección al extremo de la calle que da a la Plaza del 1º de Mayo. Me sorprendió que una mujer sola anduviese por las desiertas calles a aquellas horas de la noche. Pero lo que me sorprendió aún más fueron las hechuras de sus vestidos: Llevaba una blusa blanca con mangas abollonadas y encima un jubón de color rojo cereza, claramente deslucido. Llevaba además una falda larga, de color canela, ampulosa, parecida a unas enaguas y que le llegaba hasta los pies.

Parecía como si hubiese elegido sus ropas en el museo del vestido. La sensación de frío se acentuó y entonces, al llegar a la esquina se giró y miró brevemente hacia mi ventana. Era inconfundible, el cabello, los ojos, la pequeña verruga al lado del ojo izquierdo. En lugar de las gafas de sol, llevaba una diadema sencilla, con algunas piedras que a la distancia parecían preciosas y su tez brillaba con un color blanco irreal.

Cerré la ventana y me volví a la cama con algunos temblores más de lo que hubiera deseado. Y poco a poco me adormecí, sin darme cuenta que el calor había hecho de nuevo acto de presencia. Mi último pensamiento antes de perder la conciencia fue: Bueno, y si le da por pasearse de madrugada vestida a la antigua, ¿a mi qué?

1 comentari:

Anònim ha dit...

Habría que preguntarse si la dama en cuestión no se dedicaba al espectaculo ambulante, quizá en solitario....

Marc comenta que seguramente regresareís o habreís regresado a casa por Valencia para obviar el pasar por Lerida (quina mala estruga!!!)

Petonets i bones vacances!!