02 de gener 2006

¡Qué pena!


Cuando hoy he puesto el periódico encima de la mesa, una noticia ha saltado inmediatamente a mi vista: Lorenzo Gomis ha fallecido.

Hace unos días en mi cuaderno escribía sobre este periodista, poeta y escritor, comentando su equilibrada y ponderada manera de ver las cosas y como sabía transmitirlas en un lenguaje sencillo y cotidiano, que te llegaba como te llega la conversación con ese vecino, con quien llevas tantas y tantas vivencias de cercanía compartidas.

Aparecía también sus artículos póstumos, “Boicots, políticos y estruendos” y “El descubrimiento del barrio”, escritos antes de su fallecimiento el pasado día 31. Parece como si Lorenzo hubiera preferido quedarse en el 2005.

Ambos artículos son muestras de esa tranquilidad y ecuanimidad de las que sabía impregnar sus mensajes. Lamento no haberle conocido personalmente, porqué estoy seguro que su conversación tenía las mismas virtudes que su palabra escrita y hubiera confirmado la buena impresión que me causaban sus artículos.

Solo quiero destacar una frase de uno de esos artículos póstumos, que encierra toda una filosofía sobre qué sería bueno que hiciesen los seres humanos: “Conocerse es bueno para comprenderse”.

Parafraseando al inefable Krahn, “Querido Lorenzo, te echaremos de menos. ¡Que vueles muy alto!”.

Siento tener que terminar este paréntesis que había abierto en la publicación de mis elucubraciones, comentando esta noticia, pero por otra parte, ya es hora de que reanude mi particular visión de lo que ocurre.

Hoy los periódicos en general se hacen eco del civismo con que se han desarrollado los actos festivos de celebración del inicio del año en Barcelona. Si entendemos como un buen desarrollo cívico el que no haya habido muertos en peleas callejeras (como ha ocurrido en otras ciudades), pues sí. Pero la verdad es que mirando las fotografías que acompañan estas glosas, me asusta pensar cómo sería la falta de civismo: Ha habido basura en cantidades industriales, jóvenes tirados por la calle en pleno coma etílico y botellas de cava utilizadas como proyectiles por encima de la gente, en plena Plaza Catalunya. (¿Una forma de resolver el superávit derivado del boicot?).

Y lo curioso del caso es el comentario de un joven de 24 años que acudió a la celebración en esta plaza: “No parece que esté en mi país. Todo son extranjeros”. Franceses, muchos italianos, algunos ingleses y alemanes, familias marroquíes, pakistaníes, japoneses… ¿Hay un efecto llamada a la fiesta en nuestro país? ¿Hay aquí más permisividad que en otros sitios?

No creo. La gente tiene derecho a divertirse y los entes públicos deben de procurarles condiciones adecuadas para la diversión. Pero ¿es necesario que esta diversión se haga en pleno centro de la ciudad, en la Plaza Catalunya? Hay en Barcelona infinidad de sitios para poder llevar a cabo estos actos, sin tanto perjuicio para la limpieza, el mobiliario urbano, los costes que todo ello supone, las molestias para otros ciudadanos.



Y lo mismo considero con respecto de todas aquellas fiestas que utilizan espacios públicos de uso compartido para todos los ciudadanos. Tanto derecho tienen aquellos que quieren divertirse, como los que solo quieren pasear. No cuesta tanto que los juerguistas se desplacen por ejemplo al Forum, al Moll de la Fusta o a Montjuic, donde el impacto ambiental y las molestias a otros vecinos puede ser minimizada.

Jordi Nounou