10 de desembre 2005

ADMIRADO GREGORIO MORAN

Soy lector asiduo de tus intempestivas sabatinas y coincido contigo en muchas de tus apreciaciones sobre política, sociedad, justicia, etc., etc.

Pero sobre tu artículo de hoy, no. No puedo estar de acuerdo. ¿A que viene ahora denostar la transición? Echas a faltar que el proceso del franquismo se cerrase de otra manera. ¿Cómo, me pregunto?

¿Saliendo la gente a la calle cuando el 23-F? ¿Organizando un proceso histórico a Franco y a sus ministros?

Afirmas que el actual estado de crispación es una secuela que dejó sin resolver el modelo de transición. ¿Acaso crees que de haberse hecho otro tipo de transición se hubiera evitado la aparición en la vida política de personajes generadores de crispación, pertenecientes a la derecha irredenta y bocazas?

¿O que no hubieran existido los nuevos jabalíes supuestamente republicanos, según tu?

Creo que solemos olvidarnos que vivimos en la España machadiana, siempre dispuesta a helar el corazón a la otra parte. ¿O no dice nada que a pesar de los pesares hay más de diez millones de votantes que están dispuestos a votar a esa derecha irredenta? Y en ello la transición no es más que un episodio, precisamente, desde mi punto de vista de los mejores acontecidos en la muchas veces triste historia en los últimos 600 años de este país.

A estas alturas, creo que no necesitamos incitaciones. La guerra civil termino hace más de 60 años y lo que me preocupa es que cada día sale algún elemento dispuesto a resucitar el conflicto. Ya se, ya se que alguien me dirá, a lo mejor tu mismo, que el riesgo ahora no es el de entonces, que la sociedad ha evolucionado y ahora no podría ocurrir aquello.

Tengo mis dudas de que esto sea así. Como tú muy bien dices, el 23 de febrero de 1981 la población española ejercía de acojonada espectadora, pero tenía sus motivos. El radicalismo cerril, la falta de interés por encontrar soluciones dialogadas, la crispación inducida, la falta de memoria histórica y la carencia de perspectiva sobre lo que puede ocurrir cuando se pierde el control y el odio se dispara, pueden aportar lamentables situaciones, que algunos vivimos más de cerca y otros solo conocen de referencia y aún así, una referencia muy tamizada a través de discursos patrioteros y adornados de lejanía.

Y, lo siento, pero la lejanía se convierte de golpe y porrazo en tremenda cercanía, como lo que ocurrió por territorios de la ex-Yugoslavia hace aún tan poco tiempo. La locura se apodera de las personas de una manera tan fácil. Mira también lo que pasó días atrás en Francia, nuestro vecino país, en pleno centro de nuestra civilizada Europa, Solo hubo que lamentar una muerte, pero un escalofrió recorrió la espalda de todos.

Te remito a una carta dirigida a la sección “Cartas a los lectores” en el mismo periódico y día en que tú publicas tu artículo: “Memoria histórica”, firmada por M. Assumpció Roura de Salt (Girona):


No hay nada que justifique volver a aquello. ¿Quiere esto decir que la sociedad ha de vivir acojonada como en 1981 para que esto no vuelva a ocurrir? No. Pero para mi es inútil mirar hacia atrás. Se debe de mirar hacia el futuro, por nosotros mismos y por los que nos siguen en la ocupación de este planeta.

Hay que educar, dialogar, educar, prevenir, educar, invertir en aquello que puede propiciar una educación objetiva, educar, gastar menos en suntuosidades innecesarias, educar…Y esto empieza por inculcar en la gente respeto hacia la sociedad en que viven.

Un ejemplo: en estos días hay ya 83 muertos en la carretera debidos a malas prácticas en la conducción y ello a pesar de las campañas de advertencia y coercitivas. Lo veo en las carreteras, pocas personas respetan los límites de velocidad y les da lo mismo.

Si mucha gente no tiene la conciencia de que su conducta al volante pone en peligro su propia vida y la de otras personas, ostentando una conducta agresiva en la conducción, pegándose a nuestro parachoques trasero para forzar el adelantamiento o realizando zigzagueos espectaculares, ¿Qué puede ocurrir con esta agresividad cuando explota en otros contextos?

No quiero pontificar, a mi también me ha gustado la velocidad y también me han puesto alguna sanción por exceso de velocidad, pero me doy cuenta del error que este comportamiento supone y hace mucho tiempo que refreno mi pie al acelerador.

Jordi Nounou